16 octubre 2012

La despresurización le pudo causar la muerte, como a dos paracaidistas hace 50 años

Decía Douglas Adams (escritor británico) en su impagable Guía del autoestopista galáctico que volar era un arte fácil, que solo requería una habilidad: aprender a arrojarse contra el suelo… y fallar. El domingo, el austriaco Félix Baumgartner consiguió aplicar la primera parte de esa receta en al menos 10 interminables minutos. Voló mucho más alto y más rápido que cualquier avión comercial, protegido solo por un traje a presión similar al de un astronauta. Con ello consiguió batir tres de las cuatro marcas que se había propuesto: salto desde máxima altura, máxima velocidad de caída y subir en globo al punto más alejado de la tierra; el tercero (máximo tiempo en caída libre) no pudo ser y sigue en poder de Joseph Kittinger, quien lo estableció allá por el año 1960.
Pese a las muchas precauciones adoptadas, el salto revestía serio peligro. Cuando Baumgartner abrió la puerta de su cápsula estaba en Marte: presión inferior a una centésima de atmósfera. Temperatura de 20 grados bajo cero. Y una intensa radiación ultravioleta del Sol, pues buena parte de la protectora capa de ozono quedaba ya por debajo de sus pies.
Su única protección era la escafandra, similar a las que utilizan los astronautas en sus paseos espaciales o los pilotos de aviones de gran altitud como el U-2 o el SR-71. El visor, muy tintado, le protegía no solo del ultravioleta sino también del rozamiento del aire.
En el vacío virtual de la alta atmósfera, sin apenas aire que frenase su caída, Baumgartner aceleró continuamente hasta alcanzar los casi 1.350 km/h después de caer los primeros 10.000 metros en unos 40 segundos. Al atravesar la barrera del sonido, el aire se comprime de forma muy violenta y provoca esfuerzos mecánicos sobre el fuselaje del avión y puede llegar a dañar su estructura. Esa compresión es lo que produce los estampidos sónicos. Baumgartner tuvo que sentir esos mismos esfuerzos sobre su propio cuerpo.
Ningún avión vuela hoy a más de 30 km de altura (él lo hizo a más de 39) y solo algunos modelos experimentales lo han conseguido. Para un paracaidista en caída libre, uno de los peligros es la aparición de giros descontrolados al alcanzar velocidades extremas: el saltador puede verse atrapado en una rotación horizontal a más de 200 giros por minuto. La sangre tiende a acumularse en las extremidades o en la cabeza y sus efectos pueden ir desde una pérdida de visión hasta hemorragias cerebrales. De hecho, en la transmisión televisada pudo verse que durante unos segundos, Baumgartner caía girando sin control hasta que consiguió estabilizarse.

Los tres récord que batió

1.342
km/h de velocidad
Es la velocidad más alta de su descenso, registrada en los primeros segundos de la caída

39.045
metros de altura
Es la caída libre desde el punto más alto. La anterior marca era de 31.333m, impuesta hace 52 años

40.000
metros de ascenso
El vuelo tripulado en globo al punto más alejado de la tierra. El récord batido era de 34.668m

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